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Felipe II se rodeó de consejeros, que eran los secretarios y los Consejos de Estado y envió a varios representantes: mandó al corregidor en los municipios y al virrey y a la real audiencia al resto de los territorios.
Los órganos de poder más importantes eran las Cortes, los Consejos de Estado y las Cortes.
Las Cortes servían para representar a los diferentes reinos hispánicos ante el rey.
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La forma de gobernar de Carlos I provocó un gran descontento en los reinos hispánicos porque este era un extranjero, lo que provocó la desconfianza de los nobles. Esto sumado a una subida de impuestos para financiar las guerras en Europa provocó numerosas revueltas contra el monarca.
Las Germanías fueron unas revueltas contra el gobierno de Carlos I en las islas Baleares y en el reino de Valencia.
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El caso de Antonio Pérez fue provocado debido a que este fue acusado de conspirar contra el rey Felipe II. Este huyó a Aragón, cuyos nobles estaban en contra del autoritarismo del rey.
El rey no respetó las leyes que dictan que el rey no era Juez en Aragón ni declarar a ninguno por traidor al entrar a la fuerza en Aragón y ajusticiar al Justicia de Aragón Juan de Lanuza.
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El morisco Luis Hernández fue acusado de sublevarse contra el rey.
Fue condenado a cadena perpetua, 100 azotes y al destierro.